Cada ostra permanece en el parque de cultivo aproximadamente 2 años desde que se siembra la “semilla” (una pequeña ostra de apenas 5 mm) hasta que alcanza su tamaño comercial (con un calibre de unos 8 cm y 90-100 gramos de peso).
Solemos sembrar unas 800.000 unidades anuales, distribuyendo alrededor de 5.000 de estas pequeñas ostras por saco. Al cabo de unos dos años, cuando llega la hora de recolectar, cada saco contiene tan solo unas 100 ostras con un peso medio individual de 90-100 gramos.
Es decir, durante los dos años transcurridos, hemos ido cambiándolas a sacos con una luz de malla cada vez mayor y, según han ido creciendo, hemos reducido la cantidad de ostras por saco (5.000, 2.000, 1.000, 500, 100 unidades).
En la actualidad conviven en nuestro cultivo 1.500.000 ostras de diferentes edades y tamaños.
Los ostricultores realizamos un trabajo muy artesanal. Aprovechamos la bajamar para atar o soltar sacos, voltearlos y moverlos para que las ostras crezcan sin pegarse unas a otras y sin que se fijen algas u otros organismos que dificultarían la circulación del agua y su alimentación, reparar las parrillas, sustituir gomas, etc.
Por su parte, las ostras aprovechan la pleamar para comer y vivir.
Los sacos se llevan a tierra cada cierto tiempo para clasificar las ostras según su tamaño, distribuirlas a una densidad adecuada para su crecimiento, limpiarlas y eliminar los restos de conchas y algas; después se devuelven a la ría para que continúe su crecimiento.
En fin, cada ostra lleva muchos días de trabajo, días de sol en este entorno privilegiado, pero también días de calor, de frío, de lluvia, de tormentas y de viento, sobre todo, viento.